miércoles, 9 de marzo de 2016

Patrón de Dominación

     El ser humano se ha encargado de clasificar para poder realizar diferentes labores; sin embargo, la clasificación no solo se ha basado en la de objetos, sino en la de humanos, por lo que aquellos que aparecen en nuestro imaginario como diferentes a nosotros, se clasifican como ‘la otredad’ y este grupo se percibe como ajeno y lejano, con quienes no nos relacionamos o intentamos no hacerlo.

     La primera clasificación, y la más importante en la historia, ha sido la de la raza. ¿Existen acaso diferentes razas entre los seres humanos? De ser así, ¿cuáles son? Nos remontamos a la época de la conquista colonial, a finales del siglo XV, cuando españoles y portugueses arribaron a América del Sur. Ellos ‘blancos’; los indígenas autóctonos ‘diferentes’, sin alma o racionalidad. He aquí el comienzo de la historia.

     La raza, para Quijano, aparece como una categoría creada o ‘inventada’ por los conquistadores europeos para crear distinciones entre lo que es aceptado, y lo que no, con el fin de tener legitimidad o una base que explique, según ellos, el por qué una raza (blanca, pura, europea) domina sobre la otra, haciendo a la dominada, inferior y esclava. Junto a esto, la inferioridad que se le atribuyó a los negros, indios y mestizos fue de utilidad para desarrollar una nueva división del trabajo en el naciente e incipiente sistema globalizado que iba en vías de construir el capitalismo, por lo que estos quedaron en la base de la pirámide.

     Sin embargo, la dominación no se redujo a la material, a la esclavitud, sino también a la ideológica, religiosa, moral y cultural; los ‘negros’ creyeron, efectivamente, ser inferiores por su color de piel; creyeron estar predestinados por un Dios en el cual no creían al principio, a ser esclavos. Ellos mismos contribuyeron, inconscientemente, con la labor que comenzaron los europeos. 

     Cabe destacar que en el continente, no existían avances tecnológicos y científicos concebidos en términos de progreso para lo que se conoce como Modernidad; las formas de conocimiento y avances en la calidad de vida eran las desarrolladas según sus propias necesidades, por las comunidades aborígenes. Por otro lado, esta apropiación ideológica de la que se sufre en el continente, da lugar, por supuesto, a la invisibilización de estos saberes, por aquellos que comenzaron a ser modernos y más desarrollados, encontrados en Europa.

     La racionalidad moderna se ocupaba, al principio, de desplazar a la otredad que no encajaba con sus modos y estilos de vida, expresados en la ciencia, la industria y el consumo; a partir de cierto grado de madurez, la modernidad actualmente tiene la tarea de reivindicar saberes extraños a ella, sin incluirlos, es decir, acepta la existencia de otras formas de conocimiento y pensamiento, pero no las toma como parte de ella (Boaventura), las coloca en el abismo, un lugar lejano a lo aceptado social y científicamente.

     Es por ello que la palabra raza, que constituye el nuevo patrón de poder mundial (Quijano). Esta conjuga en toda la extensión de la palabra, connotaciones históricas que se han acumulado hasta la actualidad: aceptamos que existen individuos en nuestra sociedad que son diferentes, pero no somos totalmente incluyentes. El patrón de dominación y superioridad ha quedado arraigado en nuestras formas de pensamiento; no hemos podido superar, en nuestra postmoderna sociedad, la clasificación racial. Hemos naturalizado la existencia de diferencias humanas por cuestiones biológicas y fenotípicas, en primera instancia y, posteriormente, de ideología, cultura y creencias; somos reproductores de patrones ideológicos eurocéntricos -entendido este concepto, de manera general, como la visión superior y hegemónica que se le atribuye a los saberes, modos de actuar, patrones de consumo y culturales de Europa.-

     Venezuela, que fue uno de los países involucrados en esta invisibilización y colonización europea, reproduce los mismos patrones por los que fue despojada de sus habitantes, tierras, riquezas y saberes: tomamos parte de la cultura de los conquistadores que tanto disgusta y se critica, aunque sea contraproducente y dañina porque es un proceso “normal”; es inevitable poseer rasgos culturales del colonizador que se estableció por dos siglos en nuestro continente.

     Sin embargo, la forma de superación de estos patrones se encuentra en la producción de conocimiento propio que pueda explicar, como bien lo hicieron Quijano, Mignolo, Lander, Dussel, entre otros, los procesos modernizadores de América Latina y entender su historia para reivindicar y crear una nueva identidad -entendida como la identificación material, ideológica y cultural hacia cualquier cosa; es lo que somos, de qué estamos hechos-, a partir de la selección racional de rasgos culturales que puedan conformarla (tal como un migrante que llega a un país con una nueva cultura que aprender).

     Con una identidad sólida y arraigada, podremos valorar más lo que nos pertenece...