lunes, 23 de mayo de 2016

Petroestado y autoritarismo

Una aproximación a la relación entre petróleo y régimen político:


El presente fue un trabajo realizado para una de las optativas de la Escuela de Sociología de la UCV con el profesor Eleazar Mujica. Pretende ser un análisis sociopolítico a partir de la sociología, donde el petróleo es la principal variable a tomar en cuenta; por otro lado, la importancia se enfoca en la preocupación actual de la crisis vivida en Venezuela dando pie a la realización de una introspección personal, donde se pueda reflexionar acerca de cómo vivimos y por qué, desde un punto del que el ciudadano de-a-pie probablemente no ha tomado en consideración. Repensemos nuestra realidad.


           Introducción:
El debate actual, específicamente en América Latina, denota una gran preocupación por los conceptos o categorizaciones que se hacen con respecto a determinado régimen político; democracia, autoritarismo, neo-fascismo, dictaduras... todas estas comprenden, en términos semióticos -de significado y significante-, diferentes características que, según diferentes percepciones, pueden estar presentes o no en un país determinado.

            Por otro lado, se encuentra la discusión acerca de la “maldición de los recursos naturales” y el rentismo petrolero. ¿Cómo superar esa condición que nos ata a los ingresos petroleros, sabiendo que son tan inestables? ¿Qué posibilidades hay de diversificar la producción nacional e industrializar el país, teniendo grandes recursos naturales que nos hacen dependientes de ellos?

            Tomando en cuenta el debate académico actual y la situación de crisis -también institucional- del país, en el presente trabajo se intenta develar la relación existente entre la tenencia de recursos naturales, específicamente el petróleo en Venezuela, y la presencia de rasgos autoritarios que se van dando y estableciendo a medida que el Estado toma posesión del monopolio de las empresas petroleras, en este caso, de PDVSA.
  
          1. La maldición de los recursos naturales:
          En primer lugar, es necesario definir “Petroestado”. Este se refiere simplemente a un Estado que depende de los ingresos de la exportación del petróleo para subsistir. Es decir, un Estado que vive del rentismo petrolero.

El concepto de “la maldición de los recursos naturales” ha sido trabajado por diversos autores que manifiestan que, un país que posea grandes recursos naturales para su explotación, va a ser siempre dependiente de ello, es decir, vivirá de una renta que no genera trabajo vivo como tal y el proceso de modernización e industrialización no será efectivo.

Venezuela, es uno de los países que más se acerca a ello. La dependencia petrolera genera una renta con la cual ha sido posible diversificar la producción nacional; sin embargo, resulta más fácil dentro del imaginario cultural, vivir de una renta a pesar de que sea inestable y responda a las necesidades y ciclos del sistema capitalista mundial.

No puede atribuírsele este mal al gobierno de Hugo Chávez, a pesar de la crisis que actualmente se vive en el país, ya que la dependencia por la renta petrolera comenzó desde que se empezó a exportar petróleo. Los beneficios que esto conllevaba, invisibilizaron las necesidades de producción nacional e industrialización: resulta más fácil vivir de la renta petrolera importando productos básicos, sin producir dentro del país.

Por otro lado, un nuevo concepto azota la realidad venezolana: la maldición institucional de los recursos[1], que establece que, no solo los recursos naturales afectarían la modernización de un país, sino que el debilitamiento de las instituciones también lo hacen posible, jugando un papel primordial, en este caso, el petróleo. Las instituciones dan forma al efecto que el petróleo genera en cuanto a renta.


           2. Instituciones:
Para comenzar a caracterizar las relaciones entre el petróleo y el régimen político que se establece, es necesario tomar en cuenta la forma en que se estructura la sociedad y el Estado a estudiar a partir de sus instituciones, que son las encargadas de regular y establecer el orden social, como diría Durkheim, mediante normas y leyes que mantengan cohesionados al colectivo. Actualmente, intentan mediar en la relación Estado-sociedad para generar cierto equilibrio en la tenencia del poder y decisiones que posee el primero.

Un Estado que pueda apropiarse de las instituciones que lo regulan, tendrá mayor poder en todo ámbito para actuar conforme a sus intereses políticos y económicos, y para tener el monopolio de decisión dentro de un país. En este sentido, el gobierno de Hugo Chávez tuvo grandes ventajas al establecer una relación directa con “el pueblo” -en su lenguaje populista-, quienes lo apoyaron en cualquier instancia y decisión, haciendo promesas típicas de un líder carismático que, mediante el uso de la palabra y el lenguaje, pudo llegar no solo a la mente de sus seguidores, sino a sus corazones.

En fin, estableciendo una red de apoyo dentro del mismo gobierno, quienes compartían la misma ideología y metas para el país, el ejecutivo pudo apropiarse mediante diferentes tácticas -unas constitucionales, otras no tanto-, de los principales poderes: el ejecutivo en primer lugar, logrando ser Presidente de la República, del Electoral, asegurando la continuidad de su mandato, del legislativo, judicial, con la mayoría de miembros de su partido en el Tribunal Supremo de Justicia y ciudadano.

A la par, con la Reforma de la Ley de Hidrocarburos en 2001, Chávez tomó el “control en las iniciativas conjuntas del sector petrolero” estando ahora en manos del Estado, colocando grandes restricciones a empresas privadas, sin impedir por supuesto la inversión extranjera -necesaria para el desarrollo de estas-.

            A pesar de estas restricciones a empresas privadas predicando soberanía Nacional, el ente que ahora controlaría todo en materia petrolera sería el Estado, cumpliendo un papel fundamental y el más importante en la jerarquía de control. PDVSA pretende ser del pueblo, pero ahora es del Estado.


            3. Populismo:
Con el debilitamiento de las instituciones que deberían ser autónomas y controlar parte de las funciones y decisiones estatales, los mandatarios logran emplear la renta petrolera a sus intereses y a su juicio, especialmente, en medidas clientelares y asistencialistas, es decir, favores por votos y un excesivo gasto social y público. PDVSA, visto como un Estado dentro del mismo Estado[2], crea filiales y programas asociados a la ayuda y mejora de la calidad de vida social y popular de los sectores más bajos de la población. Una parte de los ingresos petroleros se emplean para estos fines.

Sin embargo, ¿a quién se le rinden cuentas de los fondos empleados? Las reformas administrativas de PDVSA luego del paro petrolero, permitían a esta empresa desembolsar fondos sin informar al Banco Central, la Asamblea Nacional o a cualquier poder que así lo requiriera y lo establecieran las leyes.

De todo ello, el populismo es el resultante. ¿Se puede hablar de una democracia con rasgos populistas? Autores lo afirman y otros lo ven incompatible. Sin embargo, el hecho no se encuentra en los rasgos secundarios que componen una forma de gobierno -populismos de izquierda y de derecha se evidencian en América Latina y en particular, en Venezuela-, sino justamente en el régimen político que se evidencie en las formas de actuar del Estado y del Ejecutivo.

El querer apropiarse de los entes reguladores, las reformas hechas en la Ley de Hidrocarburos y en la Constitución de 1999, evidencian que Venezuela no es un país enteramente democrático, en el más moderno significado de la palabra.


             4. ¿Autoritarismo?:
¿Cuál es la relación entre autoritarismo y petróleo? Para Friedman (2006)[3] “El precio del petróleo y el grado de libertad se mueven en direcciones contrarias”, lo que llamaría “La primera Ley de la Petropolítica”. El autor intenta establecer una ley universal de la que ha tenido evidencia empírica con sus estudios a lo largo de varios años, comparando diferentes países que viven de la renta petrolera. Gráficos que realiza, estiman que al aumentar los precios del petróleo, la libertad de los ciudadanos disminuye, debido a que el Estado, que controla el monopolio de las empresas petroleras, tiene mayores recursos de los que valerse para mantenerse el poder mediante gastos sociales exacerbados, realización de políticas que satisfagan a corto plazo las necesidades de sectores populares y en cuanto a política exterior, le permite actuar frente a otros países con mayor poder de manera estruendosa.

Sin embargo, el eje central sigue encontrándose en las instituciones. El petróleo las afecta de manera negativa en cuanto a calidad, sobre todo a las competentes en materia económica y política. ¿Qué puede argumentarse acerca de Venezuela? Según Corrales y Penfold, (2012) Venezuela constituye un régimen híbrido, es decir, posee rasgos que lo calificarían como autoritario, pero por otro lado, cumple con ciertas características que se describen como democráticas.

“...son sistemas políticos donde el mecanismo para determinar el acceso a cargos del Estado combina prácticas tanto democráticas como autocráticas: existen libertades, y a la oposición se le permite competir en elecciones; pero el sistema de frenos y contrapesos se torna inoperante permitiendo un dominio absoluto del poder ejecutivo.”[4]

             5. Precios del petróleo:
¿Qué ocurre con las alzas y bajas de los precios del petróleo? Estos regímenes híbridos son difíciles de socavar, por ejemplo, al haber una disminución de los precios del petróleo. Con el control de las instituciones, pueden establecer estrategias que permitan su mantenencia en el poder; a diferencia de las democracias, en donde existen mayores probabilidades de fracaso al ocurrir un colapso petrolero. Sin embargo, con un auge en los precios del petróleo, estos regímenes se consolidan aun más, por sus prácticas clientelistas, asistencialistas, las condiciones del país -de consumo, calidad de vida, bienestar- y una ilusión de armonía[5] que, por supuesto, es pasajera y de corto plazo.

Por otro lado, es importante tomar en cuenta que el Gobierno de turno no es el único existente en el marco de las relaciones de poder dentro del Estado; los partidos políticos que convergen alrededor de este, también juegan un importante papel que condiciona la decisión de apoyo o no de los ciudadanos, como parte de un rasgo o característica democrática de los régimen híbridos. Sin embargo, el accionar de estos, es decir, de la oposición, no presenta suficientes ventajas como para competir de forma igualitaria en la búsqueda de seguidores y por el poder.

La baja de los precios del petróleo le da ventajas significativas a la oposición para accionar y competir contra el Gobierno; esto puede apreciarse actualmente. La oposición aprovecha las desventajas del Estado en no poder desviar los ingresos petroleros hacia, por ejemplo, el gasto social o el bienestar general de los ciudadanos, por lo que genera cierto rechazo en ellos y optan por seguir los dictámenes del partido opositor que propone diferentes salidas a la crisis que, en parte, es debida a la significativa baja de los precios del petróleo -sin embargo, el problema de la crisis viene arrastrándose desde hace mucho más tiempo-.

Cómo influye sobre el gasto social, la competencia política y el rendimiento de cuentas institucional[6]

Constreñida por instituciones
No constreñida por instituciones

Competencia política baja

Subfinanciamiento

Compinchismo (amigos y familiares)

Competencia política alta

Gasto a favor de los pobres

Clientelismo









 Otros gráficos como los de Rusia, Nigeria e Iran, que realizó el mismo autor, expresan lo mismo que para Venezuela.

Apoyando estos postulados, Ross, (2001) los argumenta desde los ingresos de un país. Cuanto mayor sea el ingreso, más democrático es. La excepción son los países petroleros. Con el aumento de los ingresos, los ciudadanos tienen menos facultades de pedir rendición de cuentas por parte del Estado en el manejo de los fondos, ya que existe cierta estabilidad económica -a mediano plazo-.


            6. Expresiones autoritarias:
A partir del análisis previamente realizado, se pueden apreciar significativas expresiones que denotan claramente un régimen autoritario o autocrático. Sin embargo, no es solo el Estado -a pesar de ser este el que controle las instituciones-, el que se hace de estas prácticas; estas características han ido migrando de donde se formaron -del ente o la figura de dominación, como diría Weber- hacia la sociedad, que absorbe como un hijo que imita a sus padres las acciones estatales. Es entonces donde podemos decir que el Estado representa una figura de poder que debe ser el ejemplo para sus ciudadanos.

- Concentración de poderes -siendo el eje central para lograr todas las siguientes características-;
- Malversación de fondos;
- Corrupción;
- Despilfarro del ingreso;
- Falta de rendición de cuentas;
- Uso de ingresos en campañas políticas a favor del Gobierno o del Estado;
- Gasto público exacerbado que se traduce generalmente en asistencialismo y clientelismo;
-  Reformas y cambio en leyes para el interés del ejecutivo;
- Mayor capacidad represiva por parte del Estado (gasto Militar)...

En este punto, juega un papel fundamental la Cultura del Petróleo[7]; esta no solo nos fue impuesta con el cambio de nuestras prácticas culturales cotidianas -como el patrón de consumo, las relaciones sociales y de producción, vestimenta y el trato hacia el otro-, sino que llega a socavar dentro de un imaginario colectivo que se encuentra más a fondo. La tenencia de petróleo nos hace más vulnerables a creer que somos más poderosos que el resto, cuando ocurre todo lo contrario; somos más vulnerables al resto si no tenemos la madurez de enfrentar y superar las consecuencias que su renta trae consigo.

7.    Crítica: no existe relación directa entre petróleo y autoritarismo:
Haber y Menaldo, (2009) por otro lado, cuestionan esta teoría impulsada principalmente por Friedman (2006). Estos autores se basan en el concepto de la Maldición de los recursos naturales y la Enfermedad Holandesa[8]; la razón que argumentan para desmentir lo que pretende ser una ley universal, es que la maldición es un proceso histórico, ya que, si el petróleo fuese la causa de autoritarismo, podría afirmarse entonces que si un país no contase con el recurso, entonces el rumbo de su historia en cuanto a industrialización y régimen político sería totalmente distinto.

Conclusiones
El eje central de estudio para este análisis se encuentra en las instituciones; un debilitamiento o concentración de su poder en manos del Estado, generaría un gran marco de oportunidad para controlar, desde este último, decisiones, acciones y, en este caso en particular, el manejo de la renta petrolera. Sin embargo, existe también una correlación directa que indica que el petróleo, a su vez, “afecta de manera negativa la calidad de las instituciones económicas y políticas en general”[9], por lo que estas dos variables actúan conforme a una especie de ciclo que, si se quiere establecer un equilibrio, debe estar mediado por un ente autónomo y regulador.

Por otro lado, el petróleo ha ejercido un papel decisivo en el desempeño de las políticas implementadas en Venezuela; este puede correlacionarse con otras variables y factores como la generación de partidos, su manejo en cuanto a la ideología del ejecutivo, en el Pacto de Punto Fijo -por ejemplo-, etc.

A pesar de que no puede establecerse una ley universal que indique una relación directa y lineal entre el petróleo y el autoritarismo, la realidad actual venezolana, junto al gobierno de Hugo Chávez sobre todo, indican que el mal manejo del recurso, como se ha hecho a lo largo de toda la historia de Venezuela, conducen a decisiones, acciones, políticas y formas de gobernanza que se pueden comparar con características autoritarias, como las descritas anteriormente. La renta petrolera representa un ingreso exorbitante para el PIB de un país, por lo que el control de esta es la prioridad de los que aspiran a llegar al poder. Una vez allí, se generan disfunciones que corresponderían al manejo correcto, limpio y ‘democrático’ de los ingresos.

En otro sentido, las bonanzas petroleras también influyen en el desempeño del Estado; estas generan mayores rasgos autoritarios ya que el ingreso aumenta y, con ello, las posibilidades de control del Estado en la economía y la política. En relación inversa, una disminución de los precios del petróleo favorecería a los partidos opositores, por tener ventajas competitivas frente a un Estado o un partido de gobierno que no tenga el mismo gasto público para satisfacer las necesidades de su electorado.

Concuerdo con la tesis de Javier Corrales y Michael Penfold, que establece que Venezuela actualmente posee una forma de régimen híbrido en donde se evidencian rasgos democráticos, así como autocráticos, generados en mayor parte por la toma de instituciones que anteriormente eran autónomas, como por las recurrentes bonanzas petroleras que el país ha vivido en los últimos años.

En último lugar, el Estado, quien maneja todo el monopolio correspondiente al petróleo, va generando rasgos autoritarios -a medida que los precios del petróleo caen o aumentan- que se traspasan a la sociedad, quien tiene que, de alguna manera, ‘sobrevivir’ frente a, por ejemplo, la corrupción reinante en las instituciones que son parte ahora del Estado, y esta se convierte también en corrupta. Por lo que la Cultura del Petróleo no solo nos ha afectado en nuestras prácticas cotidianas superficiales, sino en nuestro imaginario de raíz.



[1] Corrales, J. y Pendold, M. (2012).
[2] Corrales, J. y Penfold, M. (2012). Pág. 124
[3] Artículo publicado en Foreign Policy en 2006.
[4] Corrales, J. y Penfold, M. (2012). Pág. 11
[5] Naím, M. y Piñango, R. (1984)
[6] Tomado de Corrales, J. y Pendold, M. (2012). Pág. 67
[7] Quintero, R. (2011).
[8] Este concepto se refiere específicamente a la desindustrialización generada por la tenencia de recursos materiales, que deriva en un aumento de las importaciones y falta de producción nacional, a pesar del ingreso que la renta del recurso -en este caso, el petróleo- genera.
[9] Corrales, J. y Penfold, M. (2012). Pág. 110

sábado, 16 de abril de 2016

La Cultura del Trabajo


“La cultura se ha perdido” es la frase que, actualmente, solemos escuchar entre los que nos rodean. Pero, ¿se sabe qué es ‘cultura’? El concepto abstracto y falso que se tiene, denota características de “persona culta”, es decir, inteligente, aprendida, con buenos valores... O naturalmente, eso entendemos en Venezuela.
 
La cultura, llevando el concepto de lo “abstracto a lo concreto” (como diría Marx), se materializa en cada una de nuestras acciones y palabras. La cultura es entendida como todo el sistema de creencias, valores, tradiciones, costumbres, lenguaje, formas de actuar, que permean la actividad diaria de una sociedad. Esta se encuentra amarrada a un contexto histórico determinado, es decir, la cultura es dinámica a pesar de que cada una de ellas, en cada sociedad, pueda ser reconocida mundialmente y tenga características definidas y establecidas, como tradiciones y costumbres muy arraigadas.

En la época de las grandes migraciones, sobretodo europeas, de los años 60 y 70 por las crisis vividas aunadas a la Segunda Guerra Mundial, la cultura del venezolano pudo ser definida positivamente: “el venezolano es buena gente, amable, trabajador...”, características de las que carecían otros países de la región latinoamericana. ¿Por qué? La hipótesis que mantengo se encuentra en que, la población inmigrante europea trajo consigo su propia cultura, una que no se gestó hace 500 años (como en América Latina), sino con milenios de antigüedad, una muy arraigada a la sociedad que engloba.

Italianos, españoles, portugueses y árabes poblaron Venezuela, desde pequeños pueblos, en donde los inmigrantes pudieron seguir ejerciendo sus oficios, como en grandes ciudades, en donde se dedicaban a aprender de mecánica, finanzas, comercio, y todo lo necesario para establecerse. Afortunadamente, la mayoría fue recibida gratamente por los venezolanos, quienes les cedieron espacio; junto a esto, las políticas en pro de la inmigración, por parte del Estado, eran propicias para el momento.

Los inmigrantes, con grandes deseos de progresar empezando “desde cero”, fomentaron la cultura del trabajo, que no es más que sinónimo de desarrollo económico y social para el bienestar general del país. No es que anteriormente no la hubiera; sino que justamente la cultura era otra: la cultura del petróleo, organizada alrededor de los procesos extractivos y comerciales del oro negro, a base de la explotación de transnacionales que las políticas del Estado, durante más de 50 años, fomentaron.

La cultura del venezolano, por otro lado, no estaba completamente definida, la historia de Venezuela comenzó a escribirse en 1492, las raíces del país quedaron allí, bajo tierra. La conquista y colonización permitió que el oriundo siempre pensara que estaba destinado a servir y ser explotado. En el pensamiento y cultura del venezolano, en su mayoría, quedó implícita la idea de trabajar únicamente lo necesario para comer y consumir hoy, sin nociones de ahorro por eventualidades futuras. El presente es lo que cuenta, sobrevivimos hoy, mañana no sabemos... Y por otro lado, los inmigrantes fueron sacando al país adelante.

El proceso de transculturación que se da con las migraciones, entendido como “la adaptación de una cultura con elementos de otra, o la unión de elementos de una y de otra para la formación de una nueva” -según Assabati, D. (1996)-, se dio en los inmigrantes, quienes a pesar de ello, mantuvieron sus orígenes, creencias y formas de actuar muy presentes. Los venezolanos, quizás debido a su posición como sociedad receptora de inmigrantes, no tomaron grandes aspectos de la población que llegaba.

Lo poco que algunos venezolanos pudieron considerar de la cultura del trabajo, fue al final borrado de su imaginario con el transcurrir de los años y el resurgimiento de los gobiernos populistas vividos en América Latina, que no hicieron más que redistribuir los ingresos (sobretodo los petroleros en el caso venezolano), a los sectores populares para obtener la mayor cantidad de seguidores posibles, que creyeran en una Venezuela, la cual podría ser soberana, y donde la clase más baja, pudiera tener voz.

Pero, a pesar de que los planes sociales fueron realizados, algunos con éxito, otros no, el clientelismo y el asistencialismo fueron borrando y desechando la cultura del trabajo que poco a poco pudo haber ido formándose. ¿Qué se dice ahora? “La meritocracia desapareció. El conformismo se hizo cada vez más fuerte.”

Este es el contexto histórico en el que vivimos. Nos hemos acostumbrado a ganar sin trabajar; el trabajo es innato al ser humano, pero, en Venezuela, la cultura del trabajo ha quedado cada vez mas deshecha. Los venezolanos no perdieron su cultura; la cultura no puede perderse. Venezuela la modificó negativamente. Tenemos esperanzas en que la cultura, tan dinámica, pueda modificarse de nuevo; no en lo abstracto, sino en lo material. Y lo material lo genera únicamente el ser humano. No seamos conformistas, reconozcamos esfuerzos y labores, ganemos lo que nos merecemos por cuenta propia. La cultura del trabajo no puede quedar a merced de lo que los mismos “socialistas” que se encuentran en el poder llamarían “clase dominante”; la cultura la hacemos nosotros mismos.