lunes, 23 de enero de 2017

Un muy corto ensayo acerca del populismo



Populismo y neopopulismo:
Adaptación de una herramienta política en un nuevo contexto regional


Abstract: El populismo se ha vuelto un rasgo característico de la cultura política de América Latina (Patiño, 2007). La primera oleada del populismo clásico a partir de los años 30 pudo evidenciar los rasgos esenciales de esta herramienta política. Sin embargo, los grandes cambios de la globalización y el nuevo orden internacional transformaron tanto las ideologías imperantes en la región como sus condiciones, por lo que el populismo vuelve a aparecer renovado en la escena política a partir de los años 90, adaptándose al nuevo contexto mundial. Pero es a partir de comienzos del siglo XXI que se da un vuelco en las manifestaciones de ésta, debido a la transformación en el contexto histórico tanto regional como global, con el surgimiento también de nuevas tendencias de izquierda en América Latina.




El gobierno de Hugo Chávez y su forma particular de hacer política ha creado un amplio debate; definitivamente, su mandato es característico de la retórica populista clásica y algunos de los elementos más fuertes de ésta se encuentran explícitamente presentes. Sin embargo, el momento en que se gesta éste mandato, el uso de estos recursos populistas se transforma adaptándose al contexto actual para poder calar entre las masas.

            Algunos autores consideran que en América Latina se han establecido dos oleadas populistas (Dussel, por ejemplo), mientras otros argumentan que existen tres oleadas populistas bien diferenciadas (Gratius, 2007). A pesar de ello, se considera en común que a partir de los años 30 hasta los 70 aproximadamente, se gesta el primer populismo latinoamericano concebido como “populismo clásico”, mientras que a partir de los años 80-90 reaparece esta tendencia con el nombre de “neopopulismo” que se expresa a través de cambios estructurales, sobretodo en el ámbito económico aplicándose políticas neoliberales. Por último un “populismo de izquierda” comienza a ser concebido en algunos países de Latinoamérica con los gobiernos de Correa, Chávez y Morales.

            Siendo estos últimos los de mayor vigencia actual, el debate se centra en la denominación que se les da. Para Laclau (2005), el populismo se caracteriza por tres grandes rasgos: la existencia de un líder único (en esencia, carismático), que se apropia de un discurso; la creación (por parte de éste líder) de dos polos antagónicos, enfrentados y excluyentes; y lo nacional-popular que representa una ideología identitaria dirigida a un sector especifico de la población. Sin embargo, el autor sustituye al sujeto político del populismo por las demandas que éste genera. A pesar de ello, puede agregarse que éste discurso y ésta identidad colectiva que se pretende diseminar, va dirigida hacia las masas populares, es decir, al pueblo como sujeto histórico -transformador.

            El populismo clásico en Latinoamérica se entendió como una etapa de transición hacia la modernización, ya que las políticas económicas que predominaban en ese contexto eran las ideadas por el desarrollismo, es decir, el modelo de sustitución de importaciones, en contraposición a la idea de que América Latina siguiera siendo el enclave de países importadores de materia prima. El proyecto modernizador-industrial se encontraba en el foco de los gobiernos que, además, poseían rasgos populistas característicos, como la conexión entre el líder (presentado como un hombre fuerte que dirige un partido de masas) y el pueblo; militarismo y caudillismo exacerbado; un discurso de inclusión para el pueblo en la toma de decisiones y su participación en instituciones modernas como la educación, servicios de salud, entre otras...

Es importante recalcar que el líder es el que crea al sujeto histórico al que va dirigido su discurso a su conveniencia y voluntad, con el fin de obtener respaldo (votos) de las masas con la recompensa de facilidades (misiones sociales, facilidades empresariales, ayuda económica, etc.) para éstas últimas. En el caso del populismo clásico, el líder identifica al sector trabajador (obreros, campesinado) como el pueblo, al que va dirigido el discurso en pro a la implementación de las políticas económicas de sustitución de importaciones (se buscaba generar un sector productivo en los diferentes países de la región).

            Por su lado, el neopopulismo es entendido a través de los principios básicos o esenciales que el populismo acarrea, pero con cambios estructurales en su manera de operar. Este se caracteriza por sus “esquemas caudillistas en lo político, intervencionistas en lo económico y clientelares en lo social” (Ugalde, L. y González Fabre, R., 2007). El sujeto histórico del neopopulismo ya no es la clase trabajadora, sino la clase empresarial en el caso del neopopulismo de derecha (que aplica políticas neoliberales); y en el caso del siguiente populismo que resurge (de izquierda) el sujeto ahora es personificado por los sectores marginados de la sociedad, representado en los pobres, prometiéndoles una revolución que conseguiría su adaptación e inclusión en la toma de decisiones y en el disfrute de servicios básicos que anteriormente no poseían.

La retórica neopopulista viene dada a partir del discurso descalificador dirigido hacia los políticos y partidos tradicionales que generaron crisis en los distintos países de América Latina en épocas pasadas; por ello, se dice que el populismo es expresión de crisis (Vilas, C., 2009); el populismo se ha visto resurgir en distintas épocas en la región con la llegada de alguna crisis. Esto ha permitido que un líder pueda aprovechar las circunstancias y generar discursos que le aseguren su posicionamiento en el poder, haciéndose ver como una persona que vendría a acabar con los males que permanentemente han azotado a su país.

            Sin embargo, el neopopulismo exacerba aun más la alianza entre el caudillo (el líder) y las masas que lo siguen, quienes creen fielmente en que éste será la solución para todos sus males. Para ello, una vez que el líder llega al poder de manera democrática a través de elecciones, comienza a dar un vuelco sobre las propuestas que él mismo generó durante su campaña. Esto incluye el descarte de todo tipo de partidos políticos y organizaciones sociales intermedias que pudiesen dificultarle su papel central para ejercer su voluntad y establecer una conexión directa con las masas a las que maneja. Además, comienzan a ser visibles tendencias autoritarias que disuelven y socavan el papel de los poderes y las instituciones que deberían ser autónomas, poniéndolas en manos del Estado que es representado únicamente por ese líder a la cabeza de las decisiones.

            Según Patiño (2007), “el neopopulismo, de alguna manera, es incongruente con la democracia representativa porque reproduce elementos negativos del caudillismo y del clientelismo de otrora, dando prioridad a la voluntad indiscutible y autoritaria del líder por encima de las instituciones republicanas.”

            El neopopulismo tampoco concibe una política de modernización como la podría tener el populismo clásico; su fin comúnmente es conseguir votos para situarse en el poder y una vez allí, se decide qué medidas tomar (Vilas, C., 2009). Por ello, su lenguaje y discurso expresan y alientan a la confrontación social entre sectores o polos antagónicos entre el pueblo (los pobres) y la oligarquía. Esto genera rupturas entre ambos grupos y se traduce en la demonización de los sectores más altos cuando, en la realidad, es necesario engranar a los sectores sociales modernizados con los que todavía no lo están para alcanzar la modernización, según lo que argumentan Ugalde, L y González Fabre, R. (2007).

            Un elemento característico del populismo y el neopopulismo, es que apela al uso de los cuantiosos ingresos que los recursos naturales del país le proveen al Estado. En el caso de Venezuela (un neopopulismo de izquierda), el gobierno chavista combina su retórica populista proponiendo misiones sociales dirigidas a los sectores más bajos de la sociedad y las hace posible invirtiendo el dinero de PDVSA en ellas. El aparato productivo, además, se ve fuertemente debilitado debido a la hegemonía que el Estado pretende poseer al nacionalizar empresas y, consigo, asfixiar a todas aquellas compañías privadas que sigan en pie, tildándolas como “enemigas del pueblo”.

            Otra de las características importantes en el neopopulismo es el uso de los medios de comunicación masiva, los cuales le permiten transmitir al líder neopopulista todo su discurso nacional-ideológico para permear en las masas. Su campaña permanente a través de estos medios, hace que mayores sectores de la población puedan visualizarlo como un mesías que se identifica con el lenguaje coloquial de los sectores populares y, en algunos casos como en Chávez, también utiliza su imagen y rasgos físicos para asemejarse y “bajarse” al nivel del populus -común (López Maya, M. y Panzarelli, A., 2011). Esto ha creado cierto arraigo y vínculo sentimental fuerte que, junto a las misiones sociales, le genera al líder retribuciones y fidelidad en los comicios electorales.

            Además, el neopopulismo representa muy bien la noción de la antipolítica. En primer lugar, porque ciertamente el populismo solo sirve de herramienta para alcanzar fines específicos, por lo que en su esencia no se encuentra la motivación por generar políticas con efectos a largo plazo, perdurables, que puedan ayudar al país tanto económica como socialmente, sino que solo plantea proyectos a corto plazo. En segundo lugar, la antipolítica consiste también en la “nueva forma” de que el líder pueda proyectarse con ayuda de los medios de comunicación, no como tradicionalmente se hacía, sino reflejándose como un personaje carismático que pueda generar agrado en la gente, sin tocar mucho la retórica clásica política “seria”. Esto ha permitido que la gente pueda involucrarse más en la nueva política; sin embargo, considero que esto también ha menoscabado la verdadera forma de hacer política.

            Por otro lado, específicamente en el gobierno de Chávez, la política fue territorializada en el barrio; las misiones sociales, su discurso y su imagen fueron siempre dirigidos a los sectores marginados quienes, sin formación política o ciudadana verdadera para la toma de decisiones, le dan su voto de confianza al líder que por primera vez le da a estos voz y participación dentro de la sociedad. Sin embargo, esa democracia participativa que pretendía ser engendrada a través de los consejos comunales y otras organizaciones sociales, generaban que éste sujeto político llamado pueblo fuera, al contrario, más pasivo, construyéndose así una estructura jerárquica vertical que, en vez de funcionar de abajo hacia arriba, se generaba de arriba hacia abajo, teniendo el líder la palabra última en las decisiones importantes.

            La democracia participativa que se pretende generar, queda al final figurando como una democracia delegativa representada por el líder, quien es la última figura que toma las decisiones, pasando por encima de cualquier ente o institución que pretenda frenarlo. Esto también es una de las expresiones de las tendencias autoritarias que se van generando con el populismo y, sobretodo, con el neopopulismo.

            Por último, a pesar de que ciertos autores expresan que el populismo no debe ser siempre tildado de manera negativa, considero que ciertamente el populismo posee tendencias a generar “males” en: lo político, porque no genera propuestas serias y desfigura a la política, observándose también tendencias autoritarias y el socavamiento de instituciones; lo social, porque se genera asistencialismo, creando una sociedad parasitaria y pasiva, en donde el sujeto simplemente se reduce a una masa colectiva que va generando cada vez más demandas; lo económico, aunado a lo anterior, porque también se crea clientelismo y corrupción, generándose sectores no-productivos, donde el líder también aprovecha su popularidad para salir ileso de cualquier situación donde se le tilde de autoritario y corrupto.

            A modo de conclusión, es necesario recalcar que a pesar de que el populismo no pertenezca a una ideología determinada, ésta última tendrá influencia en la expresión de los rasgos del populismo. Tanto los sujetos históricos como el discurso y el líder se transformarán en función de adaptar esta herramienta a la política. La transformación que se da entre el populismo y el neopopulismo se encuentra en la gubernamentalidad, en la lógica de las relaciones entre el Estado y la sociedad. Con el fin de adaptarse al nuevo contexto histórico, el populismo por supuesto debió cambiar sus formas de operar; sin embargo, sus consecuencias y principales rasgos continúan estando vigentes en el neopopulismo.







Referencias bibliográficas

Arenas, Nelly. (2011). Las figuras de la participación en el populismo de Hugo Chávez: ¿hacia una democracia «protagónica»?. Cuadernos del Cendes, 28(76), 131-136. Recuperado de: http://www.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1012-25082011000100008&lng=es&tlng=es

Gratius, S. (2007). La “tercera ola popusita” de América Latina. Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE). Madrid, España. Recuperado de: http://fride.org/descarga/WP45_Populismo_America_Latina_ES_oct07.pdf

Laclau, E. (2005). La razón populista. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, Argentina. ISBN 950-557-635-8.

López Maya, M. y Panzarelli, A. (2011). Populismo, rentismo y socialismo del siglo XXI: el caso venezolano. RECSO, vol. 2. Montevideo, Uruguay. ISSN en línea: 1688-7727.

Vilas, C. (2009). Populismo y Democracia en América Latina: convergencias y disonancias. Seminario Internacional Populismo y democracia en el mundo contemporáneo, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y Programa de Postgrado Centroamericano en Ciencias Sociales. Antigua, Guatemala. Recuperado de: http://cmvilas.com.ar/index.php/articulos/15-populismos/15-populismo-y-democracia-en-america-latina-convergencias-y-disonancias