Populismo
y neopopulismo:
Adaptación de una herramienta política en un nuevo contexto regional
Adaptación de una herramienta política en un nuevo contexto regional
Abstract: El
populismo se ha vuelto un rasgo característico de la cultura política de
América Latina (Patiño, 2007). La primera oleada del populismo clásico a partir
de los años 30 pudo evidenciar los rasgos esenciales de esta herramienta
política. Sin embargo, los grandes cambios de la globalización y el nuevo orden
internacional transformaron tanto las ideologías imperantes en la región como
sus condiciones, por lo que el populismo vuelve a aparecer renovado en la
escena política a partir de los años 90, adaptándose al nuevo contexto mundial.
Pero es a partir de comienzos del siglo XXI que se da un vuelco en las
manifestaciones de ésta, debido a la transformación en el contexto histórico
tanto regional como global, con el surgimiento también de nuevas tendencias de
izquierda en América Latina.
El
gobierno de Hugo Chávez y su forma particular de hacer política ha creado un amplio
debate; definitivamente, su mandato es característico de la retórica populista
clásica y algunos de los elementos más fuertes de ésta se encuentran
explícitamente presentes. Sin embargo, el momento en que se gesta éste mandato,
el uso de estos recursos populistas se transforma adaptándose al contexto actual
para poder calar entre las masas.
Algunos autores consideran que en
América Latina se han establecido dos oleadas populistas (Dussel, por ejemplo),
mientras otros argumentan que existen tres oleadas populistas bien
diferenciadas (Gratius, 2007). A pesar de ello, se considera en común que a
partir de los años 30 hasta los 70 aproximadamente, se gesta el primer populismo
latinoamericano concebido como “populismo clásico”, mientras que a partir de
los años 80-90 reaparece esta tendencia con el nombre de “neopopulismo” que se
expresa a través de cambios estructurales, sobretodo en el ámbito económico
aplicándose políticas neoliberales. Por último un “populismo de izquierda”
comienza a ser concebido en algunos países de Latinoamérica con los gobiernos
de Correa, Chávez y Morales.
Siendo estos últimos los de mayor
vigencia actual, el debate se centra en la denominación que se les da. Para
Laclau (2005), el populismo se caracteriza por tres grandes rasgos: la
existencia de un líder único (en esencia, carismático), que se apropia de un
discurso; la creación (por parte de éste líder) de dos polos antagónicos,
enfrentados y excluyentes; y lo nacional-popular que representa una ideología identitaria
dirigida a un sector especifico de la población. Sin embargo, el autor sustituye
al sujeto político del populismo por las demandas
que éste genera. A pesar de ello, puede agregarse que éste discurso y ésta
identidad colectiva que se pretende diseminar, va dirigida hacia las masas
populares, es decir, al pueblo como sujeto histórico -transformador.
El populismo clásico en Latinoamérica
se entendió como una etapa de transición hacia la modernización, ya que las
políticas económicas que predominaban en ese contexto eran las ideadas por el
desarrollismo, es decir, el modelo de sustitución de importaciones, en
contraposición a la idea de que América Latina siguiera siendo el enclave de países
importadores de materia prima. El proyecto modernizador-industrial se
encontraba en el foco de los gobiernos que, además, poseían rasgos populistas
característicos, como la conexión entre el líder (presentado como un hombre
fuerte que dirige un partido de masas) y el pueblo; militarismo y caudillismo
exacerbado; un discurso de inclusión para el pueblo en la toma de decisiones y
su participación en instituciones modernas como la educación, servicios de
salud, entre otras...
Es
importante recalcar que el líder es el que crea al sujeto histórico al que va
dirigido su discurso a su conveniencia y voluntad, con el fin de obtener
respaldo (votos) de las masas con la recompensa de facilidades (misiones
sociales, facilidades empresariales, ayuda económica, etc.) para éstas últimas.
En el caso del populismo clásico, el líder identifica al sector trabajador
(obreros, campesinado) como el pueblo, al que va dirigido el discurso en pro a
la implementación de las políticas económicas de sustitución de importaciones
(se buscaba generar un sector productivo en los diferentes países de la
región).
Por su lado, el neopopulismo es
entendido a través de los principios básicos o esenciales que el populismo
acarrea, pero con cambios estructurales en su manera de operar. Este se
caracteriza por sus “esquemas caudillistas en lo político, intervencionistas en
lo económico y clientelares en lo social” (Ugalde, L. y González Fabre, R., 2007).
El sujeto histórico del neopopulismo ya no es la clase trabajadora, sino la
clase empresarial en el caso del neopopulismo de derecha (que aplica políticas
neoliberales); y en el caso del siguiente populismo que resurge (de izquierda)
el sujeto ahora es personificado por los sectores marginados de la sociedad,
representado en los pobres, prometiéndoles una revolución que conseguiría su
adaptación e inclusión en la toma de decisiones y en el disfrute de servicios
básicos que anteriormente no poseían.
La
retórica neopopulista viene dada a partir del discurso descalificador dirigido
hacia los políticos y partidos tradicionales que generaron crisis en los
distintos países de América Latina en épocas pasadas; por ello, se dice que el
populismo es expresión de crisis (Vilas, C., 2009); el populismo se ha visto
resurgir en distintas épocas en la región con la llegada de alguna crisis. Esto
ha permitido que un líder pueda aprovechar las circunstancias y generar
discursos que le aseguren su posicionamiento en el poder, haciéndose ver como
una persona que vendría a acabar con los males que permanentemente han azotado
a su país.
Sin embargo, el neopopulismo
exacerba aun más la alianza entre el caudillo (el líder) y las masas que lo
siguen, quienes creen fielmente en que éste será la solución para todos sus
males. Para ello, una vez que el líder llega al poder de manera democrática a
través de elecciones, comienza a dar un vuelco sobre las propuestas que él
mismo generó durante su campaña. Esto incluye el descarte de todo tipo de
partidos políticos y organizaciones sociales intermedias que pudiesen
dificultarle su papel central para ejercer su voluntad y establecer una
conexión directa con las masas a las que maneja. Además, comienzan a ser
visibles tendencias autoritarias que disuelven y socavan el papel de los
poderes y las instituciones que deberían ser autónomas, poniéndolas en manos
del Estado que es representado únicamente por ese líder a la cabeza de las
decisiones.
Según Patiño (2007), “el
neopopulismo, de alguna manera, es incongruente con la democracia
representativa porque reproduce elementos negativos del caudillismo y del
clientelismo de otrora, dando prioridad a la voluntad indiscutible y
autoritaria del líder por encima de las instituciones republicanas.”
El neopopulismo tampoco concibe una
política de modernización como la podría tener el populismo clásico; su fin
comúnmente es conseguir votos para situarse en el poder y una vez allí, se
decide qué medidas tomar (Vilas, C., 2009). Por ello, su lenguaje y discurso
expresan y alientan a la confrontación social entre sectores o polos
antagónicos entre el pueblo (los pobres) y la oligarquía. Esto genera rupturas
entre ambos grupos y se traduce en la demonización de los sectores más altos
cuando, en la realidad, es necesario engranar a los sectores sociales
modernizados con los que todavía no lo están para alcanzar la modernización,
según lo que argumentan Ugalde, L y González Fabre, R. (2007).
Un elemento característico del
populismo y el neopopulismo, es que apela al uso de los cuantiosos ingresos que
los recursos naturales del país le proveen al Estado. En el caso de Venezuela
(un neopopulismo de izquierda), el gobierno chavista combina su retórica
populista proponiendo misiones sociales dirigidas a los sectores más bajos de
la sociedad y las hace posible invirtiendo el dinero de PDVSA en ellas. El
aparato productivo, además, se ve fuertemente debilitado debido a la hegemonía
que el Estado pretende poseer al nacionalizar empresas y, consigo, asfixiar a
todas aquellas compañías privadas que sigan en pie, tildándolas como “enemigas
del pueblo”.
Otra de las características
importantes en el neopopulismo es el uso de los medios de comunicación masiva,
los cuales le permiten transmitir al líder neopopulista todo su discurso
nacional-ideológico para permear en las masas. Su campaña permanente a través
de estos medios, hace que mayores sectores de la población puedan visualizarlo
como un mesías que se identifica con el lenguaje coloquial de los sectores
populares y, en algunos casos como en Chávez, también utiliza su imagen y
rasgos físicos para asemejarse y “bajarse” al nivel del populus -común (López Maya, M. y Panzarelli, A., 2011). Esto ha
creado cierto arraigo y vínculo sentimental fuerte que, junto a las misiones
sociales, le genera al líder retribuciones y fidelidad en los comicios
electorales.
Además, el neopopulismo representa
muy bien la noción de la antipolítica. En primer lugar, porque ciertamente el
populismo solo sirve de herramienta para alcanzar fines específicos, por lo que
en su esencia no se encuentra la motivación por generar políticas con efectos a
largo plazo, perdurables, que puedan ayudar al país tanto económica como
socialmente, sino que solo plantea proyectos a corto plazo. En segundo lugar,
la antipolítica consiste también en la “nueva forma” de que el líder pueda
proyectarse con ayuda de los medios de comunicación, no como tradicionalmente
se hacía, sino reflejándose como un personaje carismático que pueda generar
agrado en la gente, sin tocar mucho la retórica clásica política “seria”. Esto
ha permitido que la gente pueda involucrarse más en la nueva política; sin
embargo, considero que esto también ha menoscabado la verdadera forma de hacer
política.
Por otro lado, específicamente en el
gobierno de Chávez, la política fue territorializada en el barrio; las misiones
sociales, su discurso y su imagen fueron siempre dirigidos a los sectores
marginados quienes, sin formación política o ciudadana verdadera para la toma
de decisiones, le dan su voto de confianza al líder que por primera vez le da a
estos voz y participación dentro de la sociedad. Sin embargo, esa democracia
participativa que pretendía ser engendrada a través de los consejos comunales y
otras organizaciones sociales, generaban que éste sujeto político llamado
pueblo fuera, al contrario, más pasivo, construyéndose así una estructura
jerárquica vertical que, en vez de funcionar de abajo hacia arriba, se generaba
de arriba hacia abajo, teniendo el líder la palabra última en las decisiones
importantes.
La democracia participativa que se
pretende generar, queda al final figurando como una democracia delegativa
representada por el líder, quien es la última figura que toma las decisiones,
pasando por encima de cualquier ente o institución que pretenda frenarlo. Esto
también es una de las expresiones de las tendencias autoritarias que se van
generando con el populismo y, sobretodo, con el neopopulismo.
Por último, a pesar de que ciertos
autores expresan que el populismo no debe ser siempre tildado de manera
negativa, considero que ciertamente el populismo posee tendencias a generar
“males” en: lo político, porque no genera propuestas serias y desfigura a la
política, observándose también tendencias autoritarias y el socavamiento de
instituciones; lo social, porque se genera asistencialismo, creando una
sociedad parasitaria y pasiva, en donde el sujeto simplemente se reduce a una
masa colectiva que va generando cada vez más demandas; lo económico, aunado a
lo anterior, porque también se crea clientelismo y corrupción, generándose
sectores no-productivos, donde el líder también aprovecha su popularidad para
salir ileso de cualquier situación donde se le tilde de autoritario y corrupto.
A modo de conclusión, es necesario
recalcar que a pesar de que el populismo no pertenezca a una ideología
determinada, ésta última tendrá influencia en la expresión de los rasgos del
populismo. Tanto los sujetos históricos como el discurso y el líder se
transformarán en función de adaptar esta herramienta a la política. La
transformación que se da entre el populismo y el neopopulismo se encuentra en la
gubernamentalidad, en la lógica de las relaciones entre el Estado y la
sociedad. Con el fin de adaptarse al nuevo contexto histórico, el populismo por
supuesto debió cambiar sus formas de operar; sin embargo, sus consecuencias y
principales rasgos continúan estando vigentes en el neopopulismo.
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