lunes, 23 de enero de 2017

Un muy corto ensayo acerca del populismo



Populismo y neopopulismo:
Adaptación de una herramienta política en un nuevo contexto regional


Abstract: El populismo se ha vuelto un rasgo característico de la cultura política de América Latina (Patiño, 2007). La primera oleada del populismo clásico a partir de los años 30 pudo evidenciar los rasgos esenciales de esta herramienta política. Sin embargo, los grandes cambios de la globalización y el nuevo orden internacional transformaron tanto las ideologías imperantes en la región como sus condiciones, por lo que el populismo vuelve a aparecer renovado en la escena política a partir de los años 90, adaptándose al nuevo contexto mundial. Pero es a partir de comienzos del siglo XXI que se da un vuelco en las manifestaciones de ésta, debido a la transformación en el contexto histórico tanto regional como global, con el surgimiento también de nuevas tendencias de izquierda en América Latina.




El gobierno de Hugo Chávez y su forma particular de hacer política ha creado un amplio debate; definitivamente, su mandato es característico de la retórica populista clásica y algunos de los elementos más fuertes de ésta se encuentran explícitamente presentes. Sin embargo, el momento en que se gesta éste mandato, el uso de estos recursos populistas se transforma adaptándose al contexto actual para poder calar entre las masas.

            Algunos autores consideran que en América Latina se han establecido dos oleadas populistas (Dussel, por ejemplo), mientras otros argumentan que existen tres oleadas populistas bien diferenciadas (Gratius, 2007). A pesar de ello, se considera en común que a partir de los años 30 hasta los 70 aproximadamente, se gesta el primer populismo latinoamericano concebido como “populismo clásico”, mientras que a partir de los años 80-90 reaparece esta tendencia con el nombre de “neopopulismo” que se expresa a través de cambios estructurales, sobretodo en el ámbito económico aplicándose políticas neoliberales. Por último un “populismo de izquierda” comienza a ser concebido en algunos países de Latinoamérica con los gobiernos de Correa, Chávez y Morales.

            Siendo estos últimos los de mayor vigencia actual, el debate se centra en la denominación que se les da. Para Laclau (2005), el populismo se caracteriza por tres grandes rasgos: la existencia de un líder único (en esencia, carismático), que se apropia de un discurso; la creación (por parte de éste líder) de dos polos antagónicos, enfrentados y excluyentes; y lo nacional-popular que representa una ideología identitaria dirigida a un sector especifico de la población. Sin embargo, el autor sustituye al sujeto político del populismo por las demandas que éste genera. A pesar de ello, puede agregarse que éste discurso y ésta identidad colectiva que se pretende diseminar, va dirigida hacia las masas populares, es decir, al pueblo como sujeto histórico -transformador.

            El populismo clásico en Latinoamérica se entendió como una etapa de transición hacia la modernización, ya que las políticas económicas que predominaban en ese contexto eran las ideadas por el desarrollismo, es decir, el modelo de sustitución de importaciones, en contraposición a la idea de que América Latina siguiera siendo el enclave de países importadores de materia prima. El proyecto modernizador-industrial se encontraba en el foco de los gobiernos que, además, poseían rasgos populistas característicos, como la conexión entre el líder (presentado como un hombre fuerte que dirige un partido de masas) y el pueblo; militarismo y caudillismo exacerbado; un discurso de inclusión para el pueblo en la toma de decisiones y su participación en instituciones modernas como la educación, servicios de salud, entre otras...

Es importante recalcar que el líder es el que crea al sujeto histórico al que va dirigido su discurso a su conveniencia y voluntad, con el fin de obtener respaldo (votos) de las masas con la recompensa de facilidades (misiones sociales, facilidades empresariales, ayuda económica, etc.) para éstas últimas. En el caso del populismo clásico, el líder identifica al sector trabajador (obreros, campesinado) como el pueblo, al que va dirigido el discurso en pro a la implementación de las políticas económicas de sustitución de importaciones (se buscaba generar un sector productivo en los diferentes países de la región).

            Por su lado, el neopopulismo es entendido a través de los principios básicos o esenciales que el populismo acarrea, pero con cambios estructurales en su manera de operar. Este se caracteriza por sus “esquemas caudillistas en lo político, intervencionistas en lo económico y clientelares en lo social” (Ugalde, L. y González Fabre, R., 2007). El sujeto histórico del neopopulismo ya no es la clase trabajadora, sino la clase empresarial en el caso del neopopulismo de derecha (que aplica políticas neoliberales); y en el caso del siguiente populismo que resurge (de izquierda) el sujeto ahora es personificado por los sectores marginados de la sociedad, representado en los pobres, prometiéndoles una revolución que conseguiría su adaptación e inclusión en la toma de decisiones y en el disfrute de servicios básicos que anteriormente no poseían.

La retórica neopopulista viene dada a partir del discurso descalificador dirigido hacia los políticos y partidos tradicionales que generaron crisis en los distintos países de América Latina en épocas pasadas; por ello, se dice que el populismo es expresión de crisis (Vilas, C., 2009); el populismo se ha visto resurgir en distintas épocas en la región con la llegada de alguna crisis. Esto ha permitido que un líder pueda aprovechar las circunstancias y generar discursos que le aseguren su posicionamiento en el poder, haciéndose ver como una persona que vendría a acabar con los males que permanentemente han azotado a su país.

            Sin embargo, el neopopulismo exacerba aun más la alianza entre el caudillo (el líder) y las masas que lo siguen, quienes creen fielmente en que éste será la solución para todos sus males. Para ello, una vez que el líder llega al poder de manera democrática a través de elecciones, comienza a dar un vuelco sobre las propuestas que él mismo generó durante su campaña. Esto incluye el descarte de todo tipo de partidos políticos y organizaciones sociales intermedias que pudiesen dificultarle su papel central para ejercer su voluntad y establecer una conexión directa con las masas a las que maneja. Además, comienzan a ser visibles tendencias autoritarias que disuelven y socavan el papel de los poderes y las instituciones que deberían ser autónomas, poniéndolas en manos del Estado que es representado únicamente por ese líder a la cabeza de las decisiones.

            Según Patiño (2007), “el neopopulismo, de alguna manera, es incongruente con la democracia representativa porque reproduce elementos negativos del caudillismo y del clientelismo de otrora, dando prioridad a la voluntad indiscutible y autoritaria del líder por encima de las instituciones republicanas.”

            El neopopulismo tampoco concibe una política de modernización como la podría tener el populismo clásico; su fin comúnmente es conseguir votos para situarse en el poder y una vez allí, se decide qué medidas tomar (Vilas, C., 2009). Por ello, su lenguaje y discurso expresan y alientan a la confrontación social entre sectores o polos antagónicos entre el pueblo (los pobres) y la oligarquía. Esto genera rupturas entre ambos grupos y se traduce en la demonización de los sectores más altos cuando, en la realidad, es necesario engranar a los sectores sociales modernizados con los que todavía no lo están para alcanzar la modernización, según lo que argumentan Ugalde, L y González Fabre, R. (2007).

            Un elemento característico del populismo y el neopopulismo, es que apela al uso de los cuantiosos ingresos que los recursos naturales del país le proveen al Estado. En el caso de Venezuela (un neopopulismo de izquierda), el gobierno chavista combina su retórica populista proponiendo misiones sociales dirigidas a los sectores más bajos de la sociedad y las hace posible invirtiendo el dinero de PDVSA en ellas. El aparato productivo, además, se ve fuertemente debilitado debido a la hegemonía que el Estado pretende poseer al nacionalizar empresas y, consigo, asfixiar a todas aquellas compañías privadas que sigan en pie, tildándolas como “enemigas del pueblo”.

            Otra de las características importantes en el neopopulismo es el uso de los medios de comunicación masiva, los cuales le permiten transmitir al líder neopopulista todo su discurso nacional-ideológico para permear en las masas. Su campaña permanente a través de estos medios, hace que mayores sectores de la población puedan visualizarlo como un mesías que se identifica con el lenguaje coloquial de los sectores populares y, en algunos casos como en Chávez, también utiliza su imagen y rasgos físicos para asemejarse y “bajarse” al nivel del populus -común (López Maya, M. y Panzarelli, A., 2011). Esto ha creado cierto arraigo y vínculo sentimental fuerte que, junto a las misiones sociales, le genera al líder retribuciones y fidelidad en los comicios electorales.

            Además, el neopopulismo representa muy bien la noción de la antipolítica. En primer lugar, porque ciertamente el populismo solo sirve de herramienta para alcanzar fines específicos, por lo que en su esencia no se encuentra la motivación por generar políticas con efectos a largo plazo, perdurables, que puedan ayudar al país tanto económica como socialmente, sino que solo plantea proyectos a corto plazo. En segundo lugar, la antipolítica consiste también en la “nueva forma” de que el líder pueda proyectarse con ayuda de los medios de comunicación, no como tradicionalmente se hacía, sino reflejándose como un personaje carismático que pueda generar agrado en la gente, sin tocar mucho la retórica clásica política “seria”. Esto ha permitido que la gente pueda involucrarse más en la nueva política; sin embargo, considero que esto también ha menoscabado la verdadera forma de hacer política.

            Por otro lado, específicamente en el gobierno de Chávez, la política fue territorializada en el barrio; las misiones sociales, su discurso y su imagen fueron siempre dirigidos a los sectores marginados quienes, sin formación política o ciudadana verdadera para la toma de decisiones, le dan su voto de confianza al líder que por primera vez le da a estos voz y participación dentro de la sociedad. Sin embargo, esa democracia participativa que pretendía ser engendrada a través de los consejos comunales y otras organizaciones sociales, generaban que éste sujeto político llamado pueblo fuera, al contrario, más pasivo, construyéndose así una estructura jerárquica vertical que, en vez de funcionar de abajo hacia arriba, se generaba de arriba hacia abajo, teniendo el líder la palabra última en las decisiones importantes.

            La democracia participativa que se pretende generar, queda al final figurando como una democracia delegativa representada por el líder, quien es la última figura que toma las decisiones, pasando por encima de cualquier ente o institución que pretenda frenarlo. Esto también es una de las expresiones de las tendencias autoritarias que se van generando con el populismo y, sobretodo, con el neopopulismo.

            Por último, a pesar de que ciertos autores expresan que el populismo no debe ser siempre tildado de manera negativa, considero que ciertamente el populismo posee tendencias a generar “males” en: lo político, porque no genera propuestas serias y desfigura a la política, observándose también tendencias autoritarias y el socavamiento de instituciones; lo social, porque se genera asistencialismo, creando una sociedad parasitaria y pasiva, en donde el sujeto simplemente se reduce a una masa colectiva que va generando cada vez más demandas; lo económico, aunado a lo anterior, porque también se crea clientelismo y corrupción, generándose sectores no-productivos, donde el líder también aprovecha su popularidad para salir ileso de cualquier situación donde se le tilde de autoritario y corrupto.

            A modo de conclusión, es necesario recalcar que a pesar de que el populismo no pertenezca a una ideología determinada, ésta última tendrá influencia en la expresión de los rasgos del populismo. Tanto los sujetos históricos como el discurso y el líder se transformarán en función de adaptar esta herramienta a la política. La transformación que se da entre el populismo y el neopopulismo se encuentra en la gubernamentalidad, en la lógica de las relaciones entre el Estado y la sociedad. Con el fin de adaptarse al nuevo contexto histórico, el populismo por supuesto debió cambiar sus formas de operar; sin embargo, sus consecuencias y principales rasgos continúan estando vigentes en el neopopulismo.







Referencias bibliográficas

Arenas, Nelly. (2011). Las figuras de la participación en el populismo de Hugo Chávez: ¿hacia una democracia «protagónica»?. Cuadernos del Cendes, 28(76), 131-136. Recuperado de: http://www.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1012-25082011000100008&lng=es&tlng=es

Gratius, S. (2007). La “tercera ola popusita” de América Latina. Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE). Madrid, España. Recuperado de: http://fride.org/descarga/WP45_Populismo_America_Latina_ES_oct07.pdf

Laclau, E. (2005). La razón populista. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, Argentina. ISBN 950-557-635-8.

López Maya, M. y Panzarelli, A. (2011). Populismo, rentismo y socialismo del siglo XXI: el caso venezolano. RECSO, vol. 2. Montevideo, Uruguay. ISSN en línea: 1688-7727.

Vilas, C. (2009). Populismo y Democracia en América Latina: convergencias y disonancias. Seminario Internacional Populismo y democracia en el mundo contemporáneo, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y Programa de Postgrado Centroamericano en Ciencias Sociales. Antigua, Guatemala. Recuperado de: http://cmvilas.com.ar/index.php/articulos/15-populismos/15-populismo-y-democracia-en-america-latina-convergencias-y-disonancias

lunes, 23 de mayo de 2016

Petroestado y autoritarismo

Una aproximación a la relación entre petróleo y régimen político:


El presente fue un trabajo realizado para una de las optativas de la Escuela de Sociología de la UCV con el profesor Eleazar Mujica. Pretende ser un análisis sociopolítico a partir de la sociología, donde el petróleo es la principal variable a tomar en cuenta; por otro lado, la importancia se enfoca en la preocupación actual de la crisis vivida en Venezuela dando pie a la realización de una introspección personal, donde se pueda reflexionar acerca de cómo vivimos y por qué, desde un punto del que el ciudadano de-a-pie probablemente no ha tomado en consideración. Repensemos nuestra realidad.


           Introducción:
El debate actual, específicamente en América Latina, denota una gran preocupación por los conceptos o categorizaciones que se hacen con respecto a determinado régimen político; democracia, autoritarismo, neo-fascismo, dictaduras... todas estas comprenden, en términos semióticos -de significado y significante-, diferentes características que, según diferentes percepciones, pueden estar presentes o no en un país determinado.

            Por otro lado, se encuentra la discusión acerca de la “maldición de los recursos naturales” y el rentismo petrolero. ¿Cómo superar esa condición que nos ata a los ingresos petroleros, sabiendo que son tan inestables? ¿Qué posibilidades hay de diversificar la producción nacional e industrializar el país, teniendo grandes recursos naturales que nos hacen dependientes de ellos?

            Tomando en cuenta el debate académico actual y la situación de crisis -también institucional- del país, en el presente trabajo se intenta develar la relación existente entre la tenencia de recursos naturales, específicamente el petróleo en Venezuela, y la presencia de rasgos autoritarios que se van dando y estableciendo a medida que el Estado toma posesión del monopolio de las empresas petroleras, en este caso, de PDVSA.
  
          1. La maldición de los recursos naturales:
          En primer lugar, es necesario definir “Petroestado”. Este se refiere simplemente a un Estado que depende de los ingresos de la exportación del petróleo para subsistir. Es decir, un Estado que vive del rentismo petrolero.

El concepto de “la maldición de los recursos naturales” ha sido trabajado por diversos autores que manifiestan que, un país que posea grandes recursos naturales para su explotación, va a ser siempre dependiente de ello, es decir, vivirá de una renta que no genera trabajo vivo como tal y el proceso de modernización e industrialización no será efectivo.

Venezuela, es uno de los países que más se acerca a ello. La dependencia petrolera genera una renta con la cual ha sido posible diversificar la producción nacional; sin embargo, resulta más fácil dentro del imaginario cultural, vivir de una renta a pesar de que sea inestable y responda a las necesidades y ciclos del sistema capitalista mundial.

No puede atribuírsele este mal al gobierno de Hugo Chávez, a pesar de la crisis que actualmente se vive en el país, ya que la dependencia por la renta petrolera comenzó desde que se empezó a exportar petróleo. Los beneficios que esto conllevaba, invisibilizaron las necesidades de producción nacional e industrialización: resulta más fácil vivir de la renta petrolera importando productos básicos, sin producir dentro del país.

Por otro lado, un nuevo concepto azota la realidad venezolana: la maldición institucional de los recursos[1], que establece que, no solo los recursos naturales afectarían la modernización de un país, sino que el debilitamiento de las instituciones también lo hacen posible, jugando un papel primordial, en este caso, el petróleo. Las instituciones dan forma al efecto que el petróleo genera en cuanto a renta.


           2. Instituciones:
Para comenzar a caracterizar las relaciones entre el petróleo y el régimen político que se establece, es necesario tomar en cuenta la forma en que se estructura la sociedad y el Estado a estudiar a partir de sus instituciones, que son las encargadas de regular y establecer el orden social, como diría Durkheim, mediante normas y leyes que mantengan cohesionados al colectivo. Actualmente, intentan mediar en la relación Estado-sociedad para generar cierto equilibrio en la tenencia del poder y decisiones que posee el primero.

Un Estado que pueda apropiarse de las instituciones que lo regulan, tendrá mayor poder en todo ámbito para actuar conforme a sus intereses políticos y económicos, y para tener el monopolio de decisión dentro de un país. En este sentido, el gobierno de Hugo Chávez tuvo grandes ventajas al establecer una relación directa con “el pueblo” -en su lenguaje populista-, quienes lo apoyaron en cualquier instancia y decisión, haciendo promesas típicas de un líder carismático que, mediante el uso de la palabra y el lenguaje, pudo llegar no solo a la mente de sus seguidores, sino a sus corazones.

En fin, estableciendo una red de apoyo dentro del mismo gobierno, quienes compartían la misma ideología y metas para el país, el ejecutivo pudo apropiarse mediante diferentes tácticas -unas constitucionales, otras no tanto-, de los principales poderes: el ejecutivo en primer lugar, logrando ser Presidente de la República, del Electoral, asegurando la continuidad de su mandato, del legislativo, judicial, con la mayoría de miembros de su partido en el Tribunal Supremo de Justicia y ciudadano.

A la par, con la Reforma de la Ley de Hidrocarburos en 2001, Chávez tomó el “control en las iniciativas conjuntas del sector petrolero” estando ahora en manos del Estado, colocando grandes restricciones a empresas privadas, sin impedir por supuesto la inversión extranjera -necesaria para el desarrollo de estas-.

            A pesar de estas restricciones a empresas privadas predicando soberanía Nacional, el ente que ahora controlaría todo en materia petrolera sería el Estado, cumpliendo un papel fundamental y el más importante en la jerarquía de control. PDVSA pretende ser del pueblo, pero ahora es del Estado.


            3. Populismo:
Con el debilitamiento de las instituciones que deberían ser autónomas y controlar parte de las funciones y decisiones estatales, los mandatarios logran emplear la renta petrolera a sus intereses y a su juicio, especialmente, en medidas clientelares y asistencialistas, es decir, favores por votos y un excesivo gasto social y público. PDVSA, visto como un Estado dentro del mismo Estado[2], crea filiales y programas asociados a la ayuda y mejora de la calidad de vida social y popular de los sectores más bajos de la población. Una parte de los ingresos petroleros se emplean para estos fines.

Sin embargo, ¿a quién se le rinden cuentas de los fondos empleados? Las reformas administrativas de PDVSA luego del paro petrolero, permitían a esta empresa desembolsar fondos sin informar al Banco Central, la Asamblea Nacional o a cualquier poder que así lo requiriera y lo establecieran las leyes.

De todo ello, el populismo es el resultante. ¿Se puede hablar de una democracia con rasgos populistas? Autores lo afirman y otros lo ven incompatible. Sin embargo, el hecho no se encuentra en los rasgos secundarios que componen una forma de gobierno -populismos de izquierda y de derecha se evidencian en América Latina y en particular, en Venezuela-, sino justamente en el régimen político que se evidencie en las formas de actuar del Estado y del Ejecutivo.

El querer apropiarse de los entes reguladores, las reformas hechas en la Ley de Hidrocarburos y en la Constitución de 1999, evidencian que Venezuela no es un país enteramente democrático, en el más moderno significado de la palabra.


             4. ¿Autoritarismo?:
¿Cuál es la relación entre autoritarismo y petróleo? Para Friedman (2006)[3] “El precio del petróleo y el grado de libertad se mueven en direcciones contrarias”, lo que llamaría “La primera Ley de la Petropolítica”. El autor intenta establecer una ley universal de la que ha tenido evidencia empírica con sus estudios a lo largo de varios años, comparando diferentes países que viven de la renta petrolera. Gráficos que realiza, estiman que al aumentar los precios del petróleo, la libertad de los ciudadanos disminuye, debido a que el Estado, que controla el monopolio de las empresas petroleras, tiene mayores recursos de los que valerse para mantenerse el poder mediante gastos sociales exacerbados, realización de políticas que satisfagan a corto plazo las necesidades de sectores populares y en cuanto a política exterior, le permite actuar frente a otros países con mayor poder de manera estruendosa.

Sin embargo, el eje central sigue encontrándose en las instituciones. El petróleo las afecta de manera negativa en cuanto a calidad, sobre todo a las competentes en materia económica y política. ¿Qué puede argumentarse acerca de Venezuela? Según Corrales y Penfold, (2012) Venezuela constituye un régimen híbrido, es decir, posee rasgos que lo calificarían como autoritario, pero por otro lado, cumple con ciertas características que se describen como democráticas.

“...son sistemas políticos donde el mecanismo para determinar el acceso a cargos del Estado combina prácticas tanto democráticas como autocráticas: existen libertades, y a la oposición se le permite competir en elecciones; pero el sistema de frenos y contrapesos se torna inoperante permitiendo un dominio absoluto del poder ejecutivo.”[4]

             5. Precios del petróleo:
¿Qué ocurre con las alzas y bajas de los precios del petróleo? Estos regímenes híbridos son difíciles de socavar, por ejemplo, al haber una disminución de los precios del petróleo. Con el control de las instituciones, pueden establecer estrategias que permitan su mantenencia en el poder; a diferencia de las democracias, en donde existen mayores probabilidades de fracaso al ocurrir un colapso petrolero. Sin embargo, con un auge en los precios del petróleo, estos regímenes se consolidan aun más, por sus prácticas clientelistas, asistencialistas, las condiciones del país -de consumo, calidad de vida, bienestar- y una ilusión de armonía[5] que, por supuesto, es pasajera y de corto plazo.

Por otro lado, es importante tomar en cuenta que el Gobierno de turno no es el único existente en el marco de las relaciones de poder dentro del Estado; los partidos políticos que convergen alrededor de este, también juegan un importante papel que condiciona la decisión de apoyo o no de los ciudadanos, como parte de un rasgo o característica democrática de los régimen híbridos. Sin embargo, el accionar de estos, es decir, de la oposición, no presenta suficientes ventajas como para competir de forma igualitaria en la búsqueda de seguidores y por el poder.

La baja de los precios del petróleo le da ventajas significativas a la oposición para accionar y competir contra el Gobierno; esto puede apreciarse actualmente. La oposición aprovecha las desventajas del Estado en no poder desviar los ingresos petroleros hacia, por ejemplo, el gasto social o el bienestar general de los ciudadanos, por lo que genera cierto rechazo en ellos y optan por seguir los dictámenes del partido opositor que propone diferentes salidas a la crisis que, en parte, es debida a la significativa baja de los precios del petróleo -sin embargo, el problema de la crisis viene arrastrándose desde hace mucho más tiempo-.

Cómo influye sobre el gasto social, la competencia política y el rendimiento de cuentas institucional[6]

Constreñida por instituciones
No constreñida por instituciones

Competencia política baja

Subfinanciamiento

Compinchismo (amigos y familiares)

Competencia política alta

Gasto a favor de los pobres

Clientelismo









 Otros gráficos como los de Rusia, Nigeria e Iran, que realizó el mismo autor, expresan lo mismo que para Venezuela.

Apoyando estos postulados, Ross, (2001) los argumenta desde los ingresos de un país. Cuanto mayor sea el ingreso, más democrático es. La excepción son los países petroleros. Con el aumento de los ingresos, los ciudadanos tienen menos facultades de pedir rendición de cuentas por parte del Estado en el manejo de los fondos, ya que existe cierta estabilidad económica -a mediano plazo-.


            6. Expresiones autoritarias:
A partir del análisis previamente realizado, se pueden apreciar significativas expresiones que denotan claramente un régimen autoritario o autocrático. Sin embargo, no es solo el Estado -a pesar de ser este el que controle las instituciones-, el que se hace de estas prácticas; estas características han ido migrando de donde se formaron -del ente o la figura de dominación, como diría Weber- hacia la sociedad, que absorbe como un hijo que imita a sus padres las acciones estatales. Es entonces donde podemos decir que el Estado representa una figura de poder que debe ser el ejemplo para sus ciudadanos.

- Concentración de poderes -siendo el eje central para lograr todas las siguientes características-;
- Malversación de fondos;
- Corrupción;
- Despilfarro del ingreso;
- Falta de rendición de cuentas;
- Uso de ingresos en campañas políticas a favor del Gobierno o del Estado;
- Gasto público exacerbado que se traduce generalmente en asistencialismo y clientelismo;
-  Reformas y cambio en leyes para el interés del ejecutivo;
- Mayor capacidad represiva por parte del Estado (gasto Militar)...

En este punto, juega un papel fundamental la Cultura del Petróleo[7]; esta no solo nos fue impuesta con el cambio de nuestras prácticas culturales cotidianas -como el patrón de consumo, las relaciones sociales y de producción, vestimenta y el trato hacia el otro-, sino que llega a socavar dentro de un imaginario colectivo que se encuentra más a fondo. La tenencia de petróleo nos hace más vulnerables a creer que somos más poderosos que el resto, cuando ocurre todo lo contrario; somos más vulnerables al resto si no tenemos la madurez de enfrentar y superar las consecuencias que su renta trae consigo.

7.    Crítica: no existe relación directa entre petróleo y autoritarismo:
Haber y Menaldo, (2009) por otro lado, cuestionan esta teoría impulsada principalmente por Friedman (2006). Estos autores se basan en el concepto de la Maldición de los recursos naturales y la Enfermedad Holandesa[8]; la razón que argumentan para desmentir lo que pretende ser una ley universal, es que la maldición es un proceso histórico, ya que, si el petróleo fuese la causa de autoritarismo, podría afirmarse entonces que si un país no contase con el recurso, entonces el rumbo de su historia en cuanto a industrialización y régimen político sería totalmente distinto.

Conclusiones
El eje central de estudio para este análisis se encuentra en las instituciones; un debilitamiento o concentración de su poder en manos del Estado, generaría un gran marco de oportunidad para controlar, desde este último, decisiones, acciones y, en este caso en particular, el manejo de la renta petrolera. Sin embargo, existe también una correlación directa que indica que el petróleo, a su vez, “afecta de manera negativa la calidad de las instituciones económicas y políticas en general”[9], por lo que estas dos variables actúan conforme a una especie de ciclo que, si se quiere establecer un equilibrio, debe estar mediado por un ente autónomo y regulador.

Por otro lado, el petróleo ha ejercido un papel decisivo en el desempeño de las políticas implementadas en Venezuela; este puede correlacionarse con otras variables y factores como la generación de partidos, su manejo en cuanto a la ideología del ejecutivo, en el Pacto de Punto Fijo -por ejemplo-, etc.

A pesar de que no puede establecerse una ley universal que indique una relación directa y lineal entre el petróleo y el autoritarismo, la realidad actual venezolana, junto al gobierno de Hugo Chávez sobre todo, indican que el mal manejo del recurso, como se ha hecho a lo largo de toda la historia de Venezuela, conducen a decisiones, acciones, políticas y formas de gobernanza que se pueden comparar con características autoritarias, como las descritas anteriormente. La renta petrolera representa un ingreso exorbitante para el PIB de un país, por lo que el control de esta es la prioridad de los que aspiran a llegar al poder. Una vez allí, se generan disfunciones que corresponderían al manejo correcto, limpio y ‘democrático’ de los ingresos.

En otro sentido, las bonanzas petroleras también influyen en el desempeño del Estado; estas generan mayores rasgos autoritarios ya que el ingreso aumenta y, con ello, las posibilidades de control del Estado en la economía y la política. En relación inversa, una disminución de los precios del petróleo favorecería a los partidos opositores, por tener ventajas competitivas frente a un Estado o un partido de gobierno que no tenga el mismo gasto público para satisfacer las necesidades de su electorado.

Concuerdo con la tesis de Javier Corrales y Michael Penfold, que establece que Venezuela actualmente posee una forma de régimen híbrido en donde se evidencian rasgos democráticos, así como autocráticos, generados en mayor parte por la toma de instituciones que anteriormente eran autónomas, como por las recurrentes bonanzas petroleras que el país ha vivido en los últimos años.

En último lugar, el Estado, quien maneja todo el monopolio correspondiente al petróleo, va generando rasgos autoritarios -a medida que los precios del petróleo caen o aumentan- que se traspasan a la sociedad, quien tiene que, de alguna manera, ‘sobrevivir’ frente a, por ejemplo, la corrupción reinante en las instituciones que son parte ahora del Estado, y esta se convierte también en corrupta. Por lo que la Cultura del Petróleo no solo nos ha afectado en nuestras prácticas cotidianas superficiales, sino en nuestro imaginario de raíz.



[1] Corrales, J. y Pendold, M. (2012).
[2] Corrales, J. y Penfold, M. (2012). Pág. 124
[3] Artículo publicado en Foreign Policy en 2006.
[4] Corrales, J. y Penfold, M. (2012). Pág. 11
[5] Naím, M. y Piñango, R. (1984)
[6] Tomado de Corrales, J. y Pendold, M. (2012). Pág. 67
[7] Quintero, R. (2011).
[8] Este concepto se refiere específicamente a la desindustrialización generada por la tenencia de recursos materiales, que deriva en un aumento de las importaciones y falta de producción nacional, a pesar del ingreso que la renta del recurso -en este caso, el petróleo- genera.
[9] Corrales, J. y Penfold, M. (2012). Pág. 110