sábado, 16 de abril de 2016

La Cultura del Trabajo


“La cultura se ha perdido” es la frase que, actualmente, solemos escuchar entre los que nos rodean. Pero, ¿se sabe qué es ‘cultura’? El concepto abstracto y falso que se tiene, denota características de “persona culta”, es decir, inteligente, aprendida, con buenos valores... O naturalmente, eso entendemos en Venezuela.
 
La cultura, llevando el concepto de lo “abstracto a lo concreto” (como diría Marx), se materializa en cada una de nuestras acciones y palabras. La cultura es entendida como todo el sistema de creencias, valores, tradiciones, costumbres, lenguaje, formas de actuar, que permean la actividad diaria de una sociedad. Esta se encuentra amarrada a un contexto histórico determinado, es decir, la cultura es dinámica a pesar de que cada una de ellas, en cada sociedad, pueda ser reconocida mundialmente y tenga características definidas y establecidas, como tradiciones y costumbres muy arraigadas.

En la época de las grandes migraciones, sobretodo europeas, de los años 60 y 70 por las crisis vividas aunadas a la Segunda Guerra Mundial, la cultura del venezolano pudo ser definida positivamente: “el venezolano es buena gente, amable, trabajador...”, características de las que carecían otros países de la región latinoamericana. ¿Por qué? La hipótesis que mantengo se encuentra en que, la población inmigrante europea trajo consigo su propia cultura, una que no se gestó hace 500 años (como en América Latina), sino con milenios de antigüedad, una muy arraigada a la sociedad que engloba.

Italianos, españoles, portugueses y árabes poblaron Venezuela, desde pequeños pueblos, en donde los inmigrantes pudieron seguir ejerciendo sus oficios, como en grandes ciudades, en donde se dedicaban a aprender de mecánica, finanzas, comercio, y todo lo necesario para establecerse. Afortunadamente, la mayoría fue recibida gratamente por los venezolanos, quienes les cedieron espacio; junto a esto, las políticas en pro de la inmigración, por parte del Estado, eran propicias para el momento.

Los inmigrantes, con grandes deseos de progresar empezando “desde cero”, fomentaron la cultura del trabajo, que no es más que sinónimo de desarrollo económico y social para el bienestar general del país. No es que anteriormente no la hubiera; sino que justamente la cultura era otra: la cultura del petróleo, organizada alrededor de los procesos extractivos y comerciales del oro negro, a base de la explotación de transnacionales que las políticas del Estado, durante más de 50 años, fomentaron.

La cultura del venezolano, por otro lado, no estaba completamente definida, la historia de Venezuela comenzó a escribirse en 1492, las raíces del país quedaron allí, bajo tierra. La conquista y colonización permitió que el oriundo siempre pensara que estaba destinado a servir y ser explotado. En el pensamiento y cultura del venezolano, en su mayoría, quedó implícita la idea de trabajar únicamente lo necesario para comer y consumir hoy, sin nociones de ahorro por eventualidades futuras. El presente es lo que cuenta, sobrevivimos hoy, mañana no sabemos... Y por otro lado, los inmigrantes fueron sacando al país adelante.

El proceso de transculturación que se da con las migraciones, entendido como “la adaptación de una cultura con elementos de otra, o la unión de elementos de una y de otra para la formación de una nueva” -según Assabati, D. (1996)-, se dio en los inmigrantes, quienes a pesar de ello, mantuvieron sus orígenes, creencias y formas de actuar muy presentes. Los venezolanos, quizás debido a su posición como sociedad receptora de inmigrantes, no tomaron grandes aspectos de la población que llegaba.

Lo poco que algunos venezolanos pudieron considerar de la cultura del trabajo, fue al final borrado de su imaginario con el transcurrir de los años y el resurgimiento de los gobiernos populistas vividos en América Latina, que no hicieron más que redistribuir los ingresos (sobretodo los petroleros en el caso venezolano), a los sectores populares para obtener la mayor cantidad de seguidores posibles, que creyeran en una Venezuela, la cual podría ser soberana, y donde la clase más baja, pudiera tener voz.

Pero, a pesar de que los planes sociales fueron realizados, algunos con éxito, otros no, el clientelismo y el asistencialismo fueron borrando y desechando la cultura del trabajo que poco a poco pudo haber ido formándose. ¿Qué se dice ahora? “La meritocracia desapareció. El conformismo se hizo cada vez más fuerte.”

Este es el contexto histórico en el que vivimos. Nos hemos acostumbrado a ganar sin trabajar; el trabajo es innato al ser humano, pero, en Venezuela, la cultura del trabajo ha quedado cada vez mas deshecha. Los venezolanos no perdieron su cultura; la cultura no puede perderse. Venezuela la modificó negativamente. Tenemos esperanzas en que la cultura, tan dinámica, pueda modificarse de nuevo; no en lo abstracto, sino en lo material. Y lo material lo genera únicamente el ser humano. No seamos conformistas, reconozcamos esfuerzos y labores, ganemos lo que nos merecemos por cuenta propia. La cultura del trabajo no puede quedar a merced de lo que los mismos “socialistas” que se encuentran en el poder llamarían “clase dominante”; la cultura la hacemos nosotros mismos.

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