“La cultura se ha perdido” es la frase que, actualmente, solemos escuchar entre los que nos rodean. Pero, ¿se sabe qué es ‘cultura’? El concepto abstracto y falso que se tiene, denota características de “persona culta”, es decir, inteligente, aprendida, con buenos valores... O naturalmente, eso entendemos en Venezuela.
La
cultura, llevando el concepto de lo “abstracto a lo concreto” (como diría
Marx), se materializa en cada una de nuestras acciones y palabras. La cultura
es entendida como todo el sistema de creencias, valores, tradiciones,
costumbres, lenguaje, formas de actuar, que permean la actividad diaria de una
sociedad. Esta se encuentra amarrada a un contexto histórico determinado, es
decir, la cultura es dinámica a pesar de que cada una de ellas, en cada
sociedad, pueda ser reconocida mundialmente y tenga características definidas y
establecidas, como tradiciones y costumbres muy arraigadas.
En
la época de las grandes migraciones, sobretodo europeas, de los años 60 y 70
por las crisis vividas aunadas a la Segunda Guerra Mundial, la cultura del
venezolano pudo ser definida positivamente: “el venezolano es buena gente,
amable, trabajador...”, características de las que carecían otros países de la
región latinoamericana. ¿Por qué? La hipótesis que mantengo se encuentra en
que, la población inmigrante europea trajo consigo su propia cultura, una que
no se gestó hace 500 años (como en América Latina), sino con milenios de
antigüedad, una muy arraigada a la sociedad que engloba.
Italianos,
españoles, portugueses y árabes poblaron Venezuela, desde pequeños pueblos, en donde los
inmigrantes pudieron seguir ejerciendo sus oficios, como en grandes ciudades,
en donde se dedicaban a aprender de mecánica, finanzas, comercio, y todo lo
necesario para establecerse. Afortunadamente, la mayoría fue recibida
gratamente por los venezolanos, quienes les cedieron espacio; junto a esto, las
políticas en pro de la inmigración, por parte del Estado, eran propicias para
el momento.
Los
inmigrantes, con grandes deseos de progresar empezando “desde cero”, fomentaron
la cultura del trabajo, que no es más que sinónimo de desarrollo económico y
social para el bienestar general del país. No es que anteriormente no la
hubiera; sino que justamente la cultura era otra: la cultura del petróleo,
organizada alrededor de los procesos extractivos y comerciales del oro negro, a
base de la explotación de transnacionales que las políticas del Estado, durante
más de 50 años, fomentaron.
La
cultura del venezolano, por otro lado, no estaba completamente definida, la
historia de Venezuela comenzó a escribirse en 1492, las raíces del país
quedaron allí, bajo tierra. La conquista y colonización permitió que el oriundo
siempre pensara que estaba destinado a servir y ser explotado. En el pensamiento
y cultura del venezolano, en su mayoría, quedó implícita la idea de trabajar
únicamente lo necesario para comer y consumir hoy, sin nociones de ahorro por
eventualidades futuras. El presente es lo que cuenta, sobrevivimos hoy, mañana
no sabemos... Y por otro lado, los inmigrantes fueron sacando al país adelante.
El
proceso de transculturación que se da con las migraciones, entendido como “la
adaptación de una cultura con elementos de otra, o la unión de elementos de una
y de otra para la formación de una nueva” -según Assabati, D. (1996)-, se dio
en los inmigrantes, quienes a pesar de ello, mantuvieron sus orígenes,
creencias y formas de actuar muy presentes. Los venezolanos, quizás debido a su
posición como sociedad receptora de inmigrantes, no tomaron grandes aspectos de
la población que llegaba.
Lo
poco que algunos venezolanos pudieron considerar de la cultura del trabajo, fue
al final borrado de su imaginario con el transcurrir de los años y el resurgimiento de los gobiernos populistas vividos en América Latina, que no hicieron más que redistribuir los ingresos (sobretodo los petroleros en el caso venezolano), a los sectores populares para obtener la mayor cantidad de
seguidores posibles, que creyeran en una Venezuela, la cual podría
ser soberana, y donde la clase más baja, pudiera tener voz.
Pero,
a pesar de que los planes sociales fueron realizados, algunos con éxito, otros
no, el clientelismo y el asistencialismo fueron borrando y desechando la
cultura del trabajo que poco a poco pudo haber ido formándose. ¿Qué se dice
ahora? “La meritocracia desapareció. El conformismo se hizo cada vez más
fuerte.”
Este
es el contexto histórico en el que vivimos. Nos hemos acostumbrado a ganar sin trabajar; el trabajo es innato al ser humano, pero, en Venezuela, la cultura del trabajo ha quedado cada vez mas deshecha. Los venezolanos no perdieron su
cultura; la cultura no puede perderse. Venezuela la modificó negativamente.
Tenemos esperanzas en que la cultura, tan dinámica, pueda modificarse de nuevo;
no en lo abstracto, sino en lo material. Y lo material lo genera únicamente el
ser humano. No seamos conformistas, reconozcamos esfuerzos y labores, ganemos
lo que nos merecemos por cuenta propia. La cultura del trabajo no puede quedar
a merced de lo que los mismos “socialistas” que se encuentran en el poder
llamarían “clase dominante”; la cultura la hacemos nosotros mismos.
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